lunes, 2 de marzo de 2015

Desliando la madeja.

Caemos en el error de juzgar a nuestros niños.
Esos niños que vinieron al mundo deseando Amor porque nosotros les llamamos.
Y les juzgamos.
Les juzgamos constantemente desde el momento q nacen; por cuanto pesan, como duermen, si lloran.....
Hasta que un día llegan a la guardería y no quieren comer. Y ya no son como nos gustaría. O llegan al colé y se pelean con el mas fuerte.
Y nos siguen poniendo pruebas.
Les juzgamos por cuantas manchas tienen en el jersey o cuanto barro han acumulado en los pantalones.
Después les juzgamos por las notas que sacan, por cuantas medallas ganan o por si es mas alto que el otro de allá.
Esos niños que son un pedazo de cielo.
Los que llevan la palabra regalo escrita en la frente.
Y nos pasamos el tiempo inconscientemente juzgándoles sin darnos cuenta que un día serán adultos, y que esos juicios serán sentencias, que determinen su futuro brillante.
Adoro los niños que se rebelan, los que no oyen, los que nunca callan su voz interior si no que la siguen.
Esos niños que nos aman sin juicios, tal cual somos, sin conocer apenas nuestra historia personal, pues para ellos nacimos el mismo día que ellos.
Adoro a Esos que se enamoraron de nosotros desde el primer momento que nos vieron, con mas miedo que espanto en nuestra cara.
En ocasiones pensamos que esos padres deben saberlo todo, que no tienen frío, que nunca han pasado miedo, que conocen todas las respuestas y que jamás les han hecho daño.
Pues esos padres fueron también niños, a quien juzgaron, e incluso castigaron por no saberse la lección en la escuela.
Esos padres también fueron niños, que se rompieron las medias cuando iban mas que guapas después de prepararse la tarde entera para una fiesta.
Y entonces les hicieron crecer, sin aviso, sin explicarle cosas, sin tener tiempo para mirarles.
Adoremos a los niños, los que fueron sus padres, esos humanos imperfectos que escogimos por los nueve peldaños, porque ellos no juzgaron, simplemente tampoco entendieron, como tampoco entendieron los padres de esos niños, nuestros abuelos, ni los padres de los padres de esos niños, nuestros bisabuelos, ni los padres de los padres de los padres de nuestros padres.
Y así generación tras generación.
Y nadie tuvo la culpa de nada.
Pero aquí estamos con unos ojos que nos miran sin compromiso, q nos quieren tal como somos, que no nos juzgan, que somos su mayor ejemplo, su mejor regalo, almas en una experiencia humana, Aprendiendo a Vivir.